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12 de diciembre de 2010

EL CINEMA ROYALTY O ROYALTI. (Después conocido como Colón.)



En 1913 el empresario don Pedro Vilata Vals encargó un proyecto al arquitecto D. José Espelius, para un nuevo local de proyecciones cinematográficas que se edificaría en la madrileña calle de Génova nº 6. El local de planta completamente rectangular quedaría atrapado entre dos edificios complicando la planificación de sus accesos, los cuales fueron resueltos con acierto pero estrechando la superficie dispuesta para albergar a los espectadores. El edificio fue construido con ladrillo macizo y forjado de hierro siendo su distribución completamente simétrica.  José Espelius se decantó para la construcción de la fachada de este inmueble por los aires más vanguardistas del momento, plasmando en ella un rotundo estilo art nouveau con detalles del modernismo catalán. La fachada estaba compuesta por tres alturas, dos de ellas destinadas a vestíbulos y tránsito de espectadores y la tercera a la cabina y cuarto del proyeccionista. El arquitecto realizó en su fachada un gran hueco central rematado con un arco de medio punto en el que se instalaron grandes cristaleras que llenaban de luz los espacios, sobre este, unas gigantescas letras de piedra artificial resaltaban indicándonos el nombre del local, ROYALTY. La parte superior estaba rematada por palmetas modernistas y a ambos lados del gran arco dos jarrones. El hueco central estaba decorado por cuatro pilastras que lo dividían en tres huecos menores y sobre la puerta de entrada se extendía un balcón con baranda de hierro modernista que servía a su vez de marquesina.  

Alzado real del cine Royalty.


Proyecto de la fachada para el cine Royalti.
     
La gran puerta central daba paso al vestíbulo principal, muy pequeño y desde donde arrancaban dos tiros de escalera, bajo los cuales estaban instalados las taquillas y huecos de paso a otros vestíbulos longitudinales que recorrían la sala hasta su fondo y que servían  de desalojo y entrada al patio de butacas por medio de diez puertas laterales. Al fondo de sendos pasillos se encontraban los aseos para hombres y mujeres. En el centro del vestíbulo principal había otra puerta de entrada al patio de butacas, desde la cual nacía un pasillo que partía en dos la sala y corría hasta la pantalla.


Planta baja del local en su primera época.

El patio de butacas  tenía mucha pendiente hacia la pantalla evitando de esta forma la pérdida de visión, aunque dos columnas de forja que sujetaban el entresuelo suprimían varias localidades de las últimas filas. Contaba con un aforo total de 900 localidades. Interiormente la sala estaba decorada del mismo modo que la portada, esgrafiados modernistas sobre puertas y ventanas y trabajadas barandas de hierro en los palcos superiores. El techo de la sala era muy alto, inclusive demasiado alto lo que daba una sensación de pérdida espacial que el arquitecto solucionó colocando grandes lámparas de araña con tulipas de cristal. El techo tenía molduras de escayola y florones del mismo material. La pantalla de grandes dimensiones se encontraba ligeramente alzada del suelo dejando en la parte inferior un hueco para la orquesta que amenizaba las proyecciones e intermedios.[...] 

El resto de la información la podrán encontrar en la página 173 de mi libro "Cines de Madrid"

25 de noviembre de 2010

EL FRONTON MADRID. (En memoria de un difunto.)

Hace unas semanas me disteis esta maravillosa idea, ¿Por qué no escribir algo acerca de los frontones de la capital? Bien cierto es que era otro de los grandes entretenimientos de los madrileños, así que solo por hoy este blog se llama: ¿Dónde están los frontones de Madrid?
El frontón Madrid se construyó en una calle estrecha y céntrica de la capital, que a su vez tenía gran atractivo comercial y era uno de los focos de divertimento de los madrileños. El cine Ideal en una de sus esquinas, en la otra el Teatro Odeón o Calderón, un poco más abajo el teatro-cine Fígaro y prácticamente frente a este, el frontón Madrid. El nuevo edificio era propiedad de Ildefonso Anabiarte, propietario del frontón Moderno que se encontraba en ese momento en el otro lado de la calle y que después de la apertura de su sucesor, sería derribado construyendo en su lugar el teatro-cine Fígaro, propiedad del mismo. El nuevo local era un proyecto del arquitecto Eduardo Lozano Lardet, el mismo que un año antes había diseñado el Cine San Carlos de la calle de Atocha. El edificio se construyó sobre un solar con bastante profundidad lo que haría proyectar su cancha perpendicularmente al eje de la calle del Doctor Cortezo, dejando en la fachada principal los accesos, salones de cafetería y restaurante.    
La portada se había realizado en ladrillo macizo visto, con abultados en piedra artificial en jambas y dinteles de todos sus huecos, destacaba espe-cialmente las alegres vidrieras de colores instaladas en sus ventanas de todas sus plantas. El edificio contaba con un largo patio lateral que llenaba de luz el local, además de una bóveda de cristal y hierro por la que entraba la luz a raudales. La entrada al local se podía realizar desde cinco huecos, los laterales con entradas directas a graderíos y restaurante, y tres centrales con acceso a la cancha, estando todos ellos comunicados entre si. El primer hueco y más a la izquierda, era la entrada al salón de té de la primera planta y restaurant de la segunda.

Fachada del Frontón Madrid.

Planta baja del nuevo frontón Madrid.

Traspasando esta puerta nos encontrábamos un amplio vestíbulo, con el techo muy alto y solado de mármol, al igual que las escaleras que arrancaban a su izquierda. En el otro extremo una puerta grande de comunicación al vestíbulo central e instalado en el hueco de la escalera un ascensor que subía hasta la planta de azoteas, donde estaba la terraza de verano. El segundo vestíbulo o central que  tenía tres puertas a la calle, era el más amplio y en él se encontraba el acceso a la cancha que se hacía a través de una escalinata de dos tiros, bajo la cual se instaló una fuente. Encontrábamos en este espacio las taquillas de apuestas construidas en madera y que se encontraban junto a la puerta de entrada central. Las paredes estaban decoradas con sencillez, en ellas había hornacinas con modernos jarrones, los suelos al igual que el otro vestíbulo eran de mármol y los techos tenían molduras de escayola y florones. 
Una imagen del vestíbulo principal.

En el lateral derecho de este vestíbulo arrancaba una escalinata de cinco peldaños que confluía con la que partía junto a la puerta del quinto hueco o lateral derecho y que subía hasta la planta de entresuelo donde estaban las gradas. Justo al lado de esta escalinata quedaba un paso al vestíbulo lateral inferior, construido bajo la rampa del primer graderío y que servía de accesos a este en toda su longitud por huecos con escalera.


Vista tomada desde el vestíbulo lateral. Desde este lugar se veía parte del vestíbulo central y en él estaban instalados el guardarropa y un pequeño bar.
 
Este vestíbulo era muy largo y se extendía paralelamente a la cancha quedando iluminado cenitalmente por seis ventanas con vidrieras que daban a un patio lateral. El suelo era de baldosín hidráulico, y las paredes estaban decoradas con pinturas de colores muy vivos, en este espacio había además del guardarropa, un pequeño bar y un local para peluquería-barbería. Al fondo estaban los aseos y una escalera posterior que conducía a las tribunas y gradas de los pisos más altos. También había otra escalera de servicio para acceso al contador de pista, a los vestuarios de los pelotaris y demás servicios del frontón. Como hemos mencionado anteriormente se podía acceder a las gradas a través de tres escaleras desde el vestíbulo lateral o bien directamente a la cancha desde el vestíbulo principal, siendo estas capaces para un desalojo muy rápido y ordenado en caso de siniestro.
 

Imagen de parte del graderío del nuevo frontón Madrid. Obsérvese los accesos, al fondo desde el vestíbulo principal o a través de las escaleras desde el vestíbulo lateral.

El edificio estaba construido con estructura de hierro y fábrica de ladrillo, lo cual le confería una presencia muy liviana y esbelta. La disposición de las localidades en la planta de cancha se hizo en ocho filas de butacas, en la planta primera se dividió en pequeños palcos o tribunas con sillas movibles y la tercera era un amplio graderio con mucha pendiente y de entrada general, sumando en su totalidad 1500 localidades. Las butacas eran basculantes, sistema innovador que ahorraba mucho espacio, patentadas por del señor Anabiarte 



Una imagen del vestíbulo lateral de la planta primera.

Estas gradas, tanto en la planta de entresuelo, principal o primera tenían acceso y desalojo desde los dos tiros de escalera situados a ambos lados, además de un ascensor para las localidades más altas. Contaba con todos los adelantos del momento y servicio de cafetería en las propias localidades el cual se realizaba desde el propio restaurant por medio de montacargas y montaplatos. La cancha cumplía sobradamente las medidas reglamentarias, contando con una longitud de 33 metros, los cuales estaban cubiertos por una amplia bóveda de hierro y cristal a dos aguas, donde se había instalado además un modernísimo sistema de luz artificial proporcionada por 80.000 bujías que junto al resto distribuidas por las demás plantas, hacían un total de 120.000 lámparas. Las gradas se alzaban hasta la altura de la segunda planta y sobre estos se había instalado un amplísimo ventanal corrido con orientación norte, que reforzaba la iluminación interior. Todas las puertas y ventanas contaban con vidrieras de colores que filtraban la luz y llenaban el espacio de tonos muy alegres.


Una inigualable imagen de la cancha de juego. Al fondo la jaula del marcador, lateralmente los accesos a pista y localidades, y sobre los graderíos el gran ventanal que iluminaba cenitalmente el espacio.
Obsérvese en la parte superior justo en el centro del techo, el amplísimo lucernario que al caer el sol se iluminaba artificialmente.

Como hemos comentado anteriormente se podía realizar un acceso independiente al salón de té y al restaurant, no por ello único ya que también era posible acceder desde las plantas del propio frontón, de tal forma que podrían funcionar de manera autónoma. La escalera como hemos comentado anteriormente, subía hasta la planta primera donde se instaló el salón de té, estando completamente iluminada por amplísimos ventanales con vidrieras a la calle principal, teniendo una elaborada baranda de hierro con formas geométricas con pasamanos de madera pulimentada.


Una imagen de la escalera.

El salón de té de la planta primera.

Sobre el salón de té y ocupando idéntico espacio se instaló el restaurant, que como hemos dicho anteriormente recibían luz del exterior por una de sus caras, y compartían cocina con acceso por escaleras de servicio y montaplatos. Sobre estas dos plantas se hallaba una amplia terraza hasta donde se desplazaban en las tardes y noches de verano, las meriendas y cenas.



El salón restaurante en el que no faltaba un solo detalle.


Vista del nuevo frontón tomada desde el otro lado de la calle.

El local se inauguró con todos los honores el día 5 de junio de 1929, acto que recogieron los más importantes periódicos de la época.



Varias publicaciones haciéndose eco de la apertura del nuevo local.

Funcionó más de cuarenta años ininterrumpidamente, pasando por algunos altibajos producidos por la guerra civil o la fragilidad del país, siendo el único local que llegó hasta los años 70. Es en esa fecha cuando se realiza una importante reforma  de modernización, volvió ha funcionar aunque tuvo algunos problemas con los propios empleados en los años 70 como se puede comprobar en el siguiente video.
Finalmente se cerró debido principalmente a su baja actividad en los primeros años 80. Con posterioridad se utilizó como  rin de boxeo tal y como aparece en la película "El Crack" 1981 de Jose Luis Garci, o como improvisada sala de conciertos en contadas ocasiones como la del día 28 de Junio de 1981 cuando actuó en el local Barón Rojo. 



Dos escenas del film "El crack" (1981) 
Después paso muchísimo tiempo cerrado, sus fachadas estaban grises, sus letreros habían perdido alguna de sus letras, sus ventanas estaban abiertas de par en par, y tan solo se veía una oscuridad misteriosa en su interior. En su ultima época se utilizaba como almacén de materiales de construcción e incluso se realizó una reforma de reconversión para la cual se dividio la pista creandose una nueva plataforma en lo más alto y aislando los lucernarios. Según nos han contado en un comentario anónimo pudiera tratarse de un proyecto de reconversión en pistas de padel o squash pero no llegó a ver la luz.


Imagen que presentaba el frontón Madrid en 2008.
El hueco que quedó en lo más alto de la cancha y desde donde todavía se podía observar el lucernario donde iban colocadas las 80.000 lámparas. (Fotografia: Pablo Echávarri)


Imagen del lucernario lateral aún intacto después de tantos años. (Panoramio. Fotografia: Pablo Echávarri)
Espeluznante imagen de un montón de maderas carcomidas, antiguas butacas ideadas por el Sr. Anabiarte. (Panoramio. Fotografia: Pablo Echávarri)

En la página Web de RTVE hace unos años daban la siguiente y trágica noticia.
“El Frontón Madrid, inaugurado en 1929, se convertirá en unos meses en un hotel de lujo y en un estacionamiento subterráneo. Termina así la lenta agonía de un edificio histórico, situado a escasos metros de la Puerta del Sol. Cerrado hace veintisiete años en su cancha se disputaron trofeos como el de San Isidro,  que reunió a los mejores pelotaris. Fue el único frontón del mundo con el raro privilegio de contar con partidos de mujeres, las raquetistas. Esas misma mujeres ganaron a finales de los setenta una demanda por despido improcedente y tuvieron que ser readmitidas después de que su empresa, el Frontón Madrid, donde tantos partidos habían jugado, las echara porque eran demasiado mayores y no podían jugar”.


Imagen aérea del frontón Madrid.
   
Este edificio que en un principio estaba catalogado con un alto nivel arquitectónico ha pasado a estar completamente libre salvo su fachada la cual habrá que respetar. Comenzaron las obras de demolición en 2009 y tan solo se conservaron parte de la crujía frontal, que también fue completamente vaciada.

Fachada del frontón Madrid prácticamente derribado en 2010. (Panoramio. Fotografia: Pablo Echávarri)
       
Desoladora imagen de las escaleras de marmol del Fronton Madrid. (Panoramio. Fotografia: Pablo Echávarri.)


Dos imágenes de lo que quedaba del hueco de escaleras y vestíbulo central que con tanto esmero diseñó el Sr. Lozano Lardet.

Imagen interior de la demolición, aún se ve parte del frontón, y la ubicación de los palcos.
En un par de años este edificio estará ocupado por un nuevo y céntrico hotel de lujo con varias plantas de sótano para garaje, con la desaparición de este, que se encontraba prácticamente intacto, tan solo queda en pie el “Beti Jai”, que si no se remedia terminará sucumbiendo bajo la piqueta.

Autor: David Miguel Sánchez Fernández
Fuentes:

- Hemeroteca ABC
- Foro Urbanity, De Madrid al Cielo.
- Biblioteca Nacional:
                    -  Nuevo Mundo.
                    -  Cronica.
                    -  Libertad.
- Panoramio: Fotografias de Pablo Echávarri.
- Revista Nacional de Arquitectura.
                 

21 de noviembre de 2010

YA ESTA A LA VENTA "UN PASEO POR LA CIUDAD LINEAL"

  

A partir de la próxima semana  estará a la venta mi obra "Un paseo por la Ciudad Lineal" en la que se hace un extenso recorrido por las edificaciones más importantes de la desaparecida Ciudad Lineal de Arturo Soria.




Seguramente muchos conozcan “Ciudad Lineal” y sus alrededores, pero tal vez sean muy pocos los que recuerden “La Ciudad Lineal.”  Un título más exacto para esta obra podría haber sido “Rescatando la Ciudad Perdida” por que realmente se trata de un largo trabajo de arqueología, realizado en bibliotecas y hemerotecas. La Ciudad Lineal de Arturo Soria nació como el sueño de un pensador, un hombre adelantado a su tiempo al que se le cerraron muchas puertas, pero que gracias a su perseverancia, consiguió realizar su más ansiado proyecto, “Urbanizar el campo y ruralizar la ciudad”.  Lo que surgió como un ideal en el que  convivirían ricos y pobres, terminó convirtiéndose en la urbanización más importante y saludable de principios del siglo XX, en la que muchos personajes importantes adquirieron su finca bautizándola en hotel o villa. Esta ciudad será por la que pasearemos analizando algunos de los edificios más relevantes: el teatro, el parque de diversiones, la plaza de toros, los estudios CEA, la fábrica de electricidad o su campo de deportes utilizado como improvisado aeródromo. Recorreremos su historia y la de sus protagonistas, hasta llegar a nuestros días, todo esto acompañado de planos y muchísimas imágenes, algunas hasta el momento inéditas, que nos ayudaran a ir encajando las piezas de este gran rompecabezas.

Un paseo por la Ciudad Lineal. 
David Miguel Sánchez Fernández.
Ediciones la Librería.

ISBN: 978-84-9873-098-2

Se puede adquirir en la librería de la propia editorial C/Mayor 80 a partir del día 22, y en el trascurso de la semana en El Corte Ingles, Fnac, La Casa del Libro y librerias habituales. 

14 de noviembre de 2010

EL CINE CARRETAS. ( Del Bazar X a la sala X).


En la madrileña calle de Espóz y Mina junto a la puerta del Sol, existió a principios del siglo XIX un patio de vecinos donde desde hacía ya mucho tiempo se daba cobijo y punto de partida a simones,  diligencias y coches de caballos. Lugar muy céntrico  de paso incesante de viajeros, trajinantes, gañanes y vendedores a los que en ocasiones había que temer más que a los bandidos que se podrían encontrar en el propio camino, según se relataba en “Luz”, el diario de la república.   Con posterioridad ya 1876 el patio fue techado con una elegante cúpula de hierro y cristal, estableciéndose en su interior treinta y cuatro puestos de comerciantes, donde se podía encontrar de todo, conocido como la Exposición Comercial.  Debido al auge en las ventas, se decidió la ampliación del local concediéndole dos nuevas entradas, una desde el callejón de Cádiz  y otra desde la calle de Carretas. El grandísimo bazar donde se podía encontrar prácticamente de todo, estaba formado por diferentes comerciantes, entre los que estaba Federico Ortiz que poseía una de las partes más amplias del negocio y que denominó a su zona, bazar “X”, dando el seudónimo de bazar Mercantil a el resto de los negocios recién ampliados.

Entrada al bazar X  desde la calle de Espóz y Mina nº 6.


Al principio los jueves por la tarde una banda daba conciertos y amenizaba la asistencia  a los clientes. Normalmente cuando alguien iba a la capital, y debido a su cercanía con la puerta del Sol y la Plaza Mayor, siempre pasaba por el bazar X para llevar algún “capricho” o  encargo a un familiar o amigo. Con posterioridad la banda de música fue sustituida por una rondalla de guitarras y bandurrias. Se dice que en este comercio fue donde por primera vez en la capital trabajaron mujeres como vendedoras, y es que sesenta años dieron para muchos cambios y novedades en un Madrid que corría a toda velocidad.
Pronto el local se comenzó a llenar de juguetes de todas las clases, muñecas de porcelana, cartón-piedra, y trapo; trenes de hoja de lata, aviones, marionetas, balones, coches, camiones, libros, pinturas, cuentos. A principio de 1900 el bazar X era el cielo de los niños, ¡cuantos llegarían hasta él acompañados de sus padres y abuelos para ver ese paraíso infantil!

Espectacular imagen de la gran nave central del Bazar X.

Otra imagen de uno de los laterales de la tienda.

A pesar de que sus entradas eran muy austeras y sencillas el interior era espectacular. La gran bóveda central estaba sujeta por una veintena de pilares de forja , las paredes habían sido decoradas con pinturas de colores que animaban a los clientes a realizar sus compras e hipnotizaban a los más pequeños, todo el recinto estaba perfectamente distribuido en pasillos y en él había decenas de vitrinas y estantes donde se exhibían los artículos. El gran espacio estaba inundado de luz solar que penetraba a través de la gran bóveda de cristal y hierro que se había construido en el centro de aquel antiguo patio de vecinos. Pero no todo era tan bonito, cuentan que en los fríos inviernos cuando las nieves se aposentaban sobre su tejado y debido a las diversas entradas que poseía el local y a las corrientes que se sufrían, la temperatura era muy baja y los propios dependientes sufrían problemas de congelación.

Plano de la planta del local. Obsérvese las tres entradas del local.













Sección del local.
Esquema constructivo de la gran cúpula.

Cuenta la prensa de la época que a principios de siglo el alcalde la capital  D. Alberto Aguilera, instauró una pequeña festividad el día de Reyes en la que los niños pobres del asilo de Santa Cristina recibían juguetes que eran traídos por los Reyes Magos de Oriente, que llegaban hasta allí en una pequeña cabalgata. Con los años se comenzó a fomentar el regalar un presente en tan señalado día, y por ello el bazar X aumentaba sus ventas un cien por cien la víspera de este día. Con los años las ventas se comenzaron a adelantar y la temporada se iniciaba a partir del día 8 de diciembre.
        ¡Ya tiene el Corte Ingles a otro que dar las gracias de su negociazo!

Un rincón del paraíso infantil, obsérvese a la izquierda de la imagen las canastillas y cochecitos para muñecas y  la amplia tanda de bicicletas que pendían de su techo.

Pero a principio de los años 30 el bazar X comenzó a ver como descendían sus ventas, y el local empezó a cambiar su género, los juguetes dejaron paso a artículos de menaje y complementos. Finalmente el bazar X cerraría sus puertas en 1934 dejando atrás sesenta años de ilusión y alegrías.

     
Se hizo gran publicidad de su cierre y todos los diarios de la capital anunciaron la clausura de tan emblemático establecimiento. En unos días el local estaba completamente vacío y después de una amarga despedida comenzó la demolición del interior para dejarlo totalmente diáfano.

Los últimos dependientes del bazar X posan en esta instantánea ante su inminente cierre.

El antiguo bazar X ya vacío y a punto de ser derribado.

Los nuevos propietarios, la Compañía Cinemas S.A. quería realizar en el local una nueva sala de espectáculos para proyecciones cinematográficas, para lo que habría que vaciar por completo el antiguo recinto y adecuarlo a su nuevo fin. 


La cúpula se derribó, se desmontaron los pisos y se cavó bajo la rasante, los antiguos pilares de forja se sustituyeron uno a uno por otros nuevos de hierro y fábrica y se dio un aire mucho más moderno a todas las dependencias. El proyecto fue llevado a cabo por los arquitectos José Sanz de Bergue y José Fonseca Llamedo, que hicieron un maravilloso trabajo de reconstrucción e insertaron una sala para más de 1000 espectadores en un local de muy complicada distribución.[...] 

El resto de la información la podrán encontrar en la página 265 de mi libro "Cines de Madrid"

4 de noviembre de 2010

DEL SALÓN MADRID AL CINE BOGART. (El local con más nombres de la capital)

 
En la madrileña calle de los Madrazo nº 2 se construyó hacia 1907 bajo un proyecto del arquitecto Luis López López, un pabellón para proyecciones cinematográficas y teatrales conocido como el Salón Madrid.
El solar era muy profundo y tenía un acceso secundario desde la calle Manuel María Rivero nº 9 donde se instalaría el bar. Pero la fachada y accesos al cinematógrafo se realizaron desde la calle de los Madrazo que era mucho más estrecha que la anterior, connotación que nos hace pensar que el local donde después se instaló el bar, muy seguramente fue añadido con posterioridad. El edificio que albergaba el Salón  Madrid estaba compuesto por una gran nave construida en hierro y ladrillo,  que recorría el solar prácticamente hasta su fondo, dejando dos anchos pasillos para el desalojo de los espectadores hasta la calle de los Madrazo, evitando de esta forma también la propagación del fuego en caso de incendio; en la parte posterior tras el escenario había otro patio. La fachada se alzaba en dos alturas y tenía un gran hueco rematado por un arco en el que se habían realizado los tres accesos y las taquillas. El local estaba cubierto por una estructura de hierro sobre la que se había colocado el tejado.


Una de las pocas imágenes del Salón Madrid en la calle de los Madrazo.


La entrada al local se realizaba a través de tres grandes huecos que conducían a un vestíbulo de espera desde donde arrancaban dos tiros de escaleras simétricos que subían a la planta de entresuelo, formando una imperial y bajo los cuales se habían instalado las taquillas.  Entre los dos huecos de entrada al patio de butacas se había construido la cabina con materiales incombustibles, pizarra forrada con planchas de mármol. Esta tenía acceso a través de dos puertas laterales tras las cuales había unos peldaños que ascendían hasta la propia cabina para evitar problemas en la proyección. Al fondo, un importante escenario de unos cinco metros de embocadura por cuatro de profundidad, compartiría las primeras proyecciones con representaciones artísticas, junto a este un amplio espacio para la orquesta.  Los bancos de las primeras filas eran metálicos, al igual que las sillas, todas incombustibles, el suelo era de hormigón y sobre él se extendió una capa de asfalto. El resto de los suelos eran de baldosín y el techo de planchas de yeso. Como hemos indicado anteriormente el local se podía desalojar rápidamente mediante cuatro puertas laterales que conducían a dos pasillos muy anchos a través de los cuales se accedía o bien a la calle o a los aseos y el bar, instalados junto al propio cinematógrafo. Estos pasillos fueron techados por una gran marquesina de hierro y cristal para evitar los fenómenos meteorológicos adversos y de esta forma proporcionar más espacio de esparcimiento a los espectadores. La sala era bastante alta lo cual permitió la instalación de  localidades de entresuelo con sillas movibles.


Planta baja del primitivo Salón Madrid.
  
Los muros laterales de la sala se retranqueaban dejando espacio para palcos en todo lo largo del patio de butacas. Como dato curioso tal y como apunta Josefina Martínez en su obra “Los veinticinco primeros años del cine en Madrid”, no existía la fila 13, sino la 12 bis para no molestar a los supersticiosos.
El Salón Madrid se reformó en diversas ocasiones, ampliando y mejorando sus instalaciones hasta 1916, momento en el que el arquitecto Francisco Reynals  presenta un proyecto para la conversión del local de espectáculos en un frontón para señoritas. El expediente se da por válido y se comienza la reforma que durará hasta 1918, en ella se eliminaran los patios laterales y se incrementará la cubierta original hasta los muro medianeros, se construirán nuevos accesos y se eliminaran los anteriores edificando un nuevo recinto adecuado para su objeto. Se conservará en este recinto, la fila de seis pilares que antiguamente componían uno de los laterales de la nave del Salón Madrid.

Planta baja del antiguo Frontón Salón Madrid.

La mayor parte de la planta quedaría ocupada de este modo por la cancha de juego, las gradas y pasillos de accesos, dejando un gran espacio para salón- cafetería, donde además se instalarían las taquillas de apuestas.
A mí personalmente la sustitución del antiguo teatro de variedades y cinematógrafo por un frontón para “señoritas raquetistas”, por muy en boga que estuviese en su momento, me suena un tanto machista, con este poderoso  seudónimo la afluencia del local debía ser prioritariamente masculina.[...] 

El resto de la información la podrán encontrar en la página 201 de mi libro "Cines de Madrid"

17 de octubre de 2010

EL CINE DORÉ. (El palacio de las pipas)


Los aledaños de la calle Atocha eran  una zona prolífera en barracas de feria, desde la zona más cercana a la estación del Mediodía, donde con posterioridad se levantaría el cine San Carlos, hasta la más céntrica, junto a la plaza de Jacinto Benavente donde se construirían el teatro Odeón, el Ideal Cinema o el Teatro Fígaro.
Por lo tanto no era de extrañar que el solar donde se construiría el Salón Doré, ya hubiera estado ocupado anteriormente por un  predecesor más humilde, posiblemente alguna barraca de madera que ya tomara este nombre.
El solar era un tanto intrincado lo que hacía evidente que procedía de  la demolición de algunos viejos edificios, formaba esquina a dos calles, la principal la de Santa Isabel, y una lateral más considerada callejón que calle, que durante largo tiempo apareció en memorias y proyectos como calle particular pero que se denominaba pasaje de Doré.  Se dice que de aquí tomó su nombre, del famoso dibujante Gustav Doré que alcanzó gran fama por ilustrar la Biblia, pero hay cierta incoherencia en que en algunas ocasiones el local se conociera como cine de DO-RÉ en alusión a las notas musicales, muy posiblemente tomado como un juego de palabras.
En cualquier caso lo que sí es seguro es que en este solar se levantó un primer cine Doré de fábrica de ladrillo que fue inaugurado exactamente el día 19 de Diciembre de 1912 y del que fue propietario o empresario Antonio Llovet.  Comparando la única imagen encontrada de la sala anterior a la reforma, del que se atribuye como arquitecto y creador del cine Doré, nos damos cuenta que su antecesor ya tenía la misma planta y distribución que el que proyectaría años después el Sr. Críspulo Moro Cabeza, lo cual nos hace pensar que este tan solo reforzó las plantas del  edificio y le dotó de mayores medidas de seguridad, suponiendo también que diseñó la fachada actual y original.




Imagen del interior de la antigua sala tomada en la navidad de 1916.

Por lo tanto diríamos que el arquitecto Críspulo Moro Cabeza tan solo reconstruyó el salón Doré y lo convirtió en una de sus mayores obras por la que se le reconoció un gran mérito.
Realmente el gran valor de esta obra estaba en su pequeña pero profusa fachada a la calle Santa Isabel nº 3, con escasos 15 metros y que no se levantaba más que una planta, en ella se conjugaban los estilos modernista, clásico y oriental, aunque sin duda ocupaba un lugar esencial el art-nouveau, principalmente en sus esgrafiados de colores. La parte más alta de la fachada estaba rematada por una balaustrada de piedra artificial y en su centro un frontis con medallón rodeado de flores en el que de forma abultada resaltaba el nombre del local, cine Doré.
Aunque a simple vista parezca un local pequeño se construyó en un solar de 3.300 metros de los cuales 1.150 están ocupados por el propio cine. Lo más acertado de este proyecto fue la situación de la sala, ya que corría paralela a la calle de Santa Isabel y en vez de dejar sus muros medianeros ciegos a la propia calle, se retranqueaba unos metros instalando en este espacio una serie de cajones o locales para la disposición de puestos de mercado, ya que en esta calle desde hacía muchos años se improvisaba a diario decenas de puestos de venta. 




Calle de Santa Isabel un día de mercado. En el lado derecho de la imagen aparece el cine Doré y tras él los puestos que se estiraban bajo palio hasta los transeúntes.

En la mitad del grupo de locales que formaban la fachada se había dejado hueco para una salida de emergencia directa del patio de butacas, lo cual le confería una mayor seguridad al edificio. 
[...] 

El resto de la información la podrán encontrar en la página 163 de mi libro "Cines de Madrid"

22 de septiembre de 2010

EL TEATRO-CINE LOPE DE VEGA. ( Un joven clásico de la Gran Vía. )



Durante los años 40 nacieron muchos edificios en la capital de España, pero entre todos ellos tendría que destacar el inmueble construido por la Compañía Inmobiliaria Metropolitana bajo un proyecto de los arquitectos Julián y Joaquín Otamendi Machibarrena, reconocimiento que le valió para ser el mayor y mejor edificio construido en esa década. El inmueble que se construiría en el tercer tramo de la Gran Vía y se levantaría en 10 alturas, ocupaba gran parte de una manzana entre la Avenida de José Antonio y las calles de San Bernardo e Isabel la Católica, albergando  dos hoteles, 200 apartamentos, un teatro, una piscina en su azotea y un entramado de galerías comerciales en sus plantas de subsuelo, razón por la que se le denominaría desde entonces como los “Los Sótanos”. Ocupaba la totalidad de la fachada a la Avenida de José Antonio con una longitud de 130 metros lineales, en el centro de la cual se instalaría la entrada a la sala de espectáculos. 



Primer proyecto de la fachada principal a la Avenida de José Antonio.


Pero antes de dar más datos remontémonos un poco más atrás para conocer la ubicación del edificio. Hasta donde llegan los datos, en este lugar se alzó el antiguo Convento de Dominicos de Nuestra Señora del Rosario, construido en 1643. Tras la desamortización de Mendizábal en 1863, el convento se transformó en cuartel y parroquia de alabarderos, hasta que posteriormente fue derribado. En 1867 el solar fue ocupado en parte por el Teatro del Recreo, mientras en otra parte mucho más amplia inaugurarían  los Jesuitas el 18 de enero de 1896, su Casa Profesa.
El teatro “El Recreo” al parecer se construyó en un antiguo patio de manzana, bajo un proyecto del arquitecto Manuel Villar,  los pilares de sustento eran de hierro y el entramado de madera pero a pesar de su pequeño tamaño, el edificio había sido planteado como un verdadero coliseo, contando con platea, patio de butacas y localidades de entresuelo. Muy posiblemente desapareció expropiado al realizarse las obras de derribo para el tercer tramo de la Gran Vía.



Plano de emplazamiento y planta del antiguo teatro El Recreo.




Planta y alzados del pequeño pero muy bien planteado salón El Recreo.


Por otro lado la casa profesa de la Compañía de Jesús y la Iglesia de San Francisco de Borja, planteaban un grave problema al no encajar en la ampliación de la Gran Vía, por ello, se pedía la demolición del edificio. Se estudiaron varios proyectos pero finalmente se paralizó ya que el edificio fue reducido a cenizas durante la república en los enfrentamientos del día 1 de Mayo de 1931.


Una imagen del tercer tramo de la Gran Vía antes del incendio. En el margen izquierdo de la calle se ve claramente la iglesia.



Dos imágenes del incendio que destruyó por completo el convento.


Desde su destrucción hasta finalizada la Guerra Civil, el solar quedó vacio y fue entonces cuando la Compañía Inmobiliaria Madrileña lo compró para construir el complejo de hoteles, viviendas y sala de espectáculos.
Su construcción comenzó en 1945 y no fue hasta 1949 cuando se dio por terminado. Se realizó con estructura de hormigón armado y fachadas con paños de ladrillo y granito resaltando abultados en jambas y dinteles de algunos de sus huecos con piedra artificial. En los extremos del gigantesco edificio se establecieron los dos hoteles: en la confluencia con la calle San Bernardo se ubicó el más grande, el hotel Emperador con algo más de 200 habitaciones con todo lujo de detalles, abultados en techos realizados con las más elegantes  molduras de escayola, lámparas de araña y un detalle muy atrayente, una piscina en su cubierta.




El edificio en los años 50, en primer término el hotel Emperador.




Primer diseño para el alzado a la calle de San Bernardo, la totalidad de esta cara estaba ocupada por el Hotel Emperador.


En el otro extremo esquina con la calle de Isabel la Católica, se emplazaba el otro hotel, el Lope de Vega, más sencillo y con 50 habitaciones. El resto del inmueble lo ocupaban oficinas, 200 apartamentos y viviendas particulares.
Sus sótanos como hemos mencionado anteriormente que en un principio estaban destinados a un gran aparcamiento subterráneo, se terminaron convirtiendo en una gran galería comercial, donde se instalaron decenas de negocios. En el centro de la gran fachada principal a la Gran Vía, se realizó la entrada a la sala de espectáculos que tomó el nombre de Lope de Vega.




Fachada principal de la sala de espectáculos en su primera época.

El porche de entrada de estilo neoclásico estaba precedido de una escalinata que nos conducía hasta un espacio muy amplio y alto, decorado con sobriedad como su interior, con altas columnas dóricas y frisos de piedra artificial imitando granitos. Protegiendo de las inclemencias metereológicas nacía de su techo una gigantesca marquesina decorada con ricos abultados en escayola y rematada por una banda metálica rodeada de tubos de neón, reclamo de los transeúntes; sobre esta, unas grandes letras luminosas con el nombre del local, Lope de Vega. En el lateral derecho del porche se encontraban las taquillas y en el centro la entrada, con tres puertas dobles a las que seguían otras tres, dejando un espacio de acondicionamiento climático. Flanqueando la entrada  dos gigantescas hornacinas con jarrones de piedra artificial y bronces.[...] 

El resto de la información la podrán encontrar en la página 133 de mi libro "Cines de Madrid"