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22 de septiembre de 2010

EL TEATRO-CINE LOPE DE VEGA. ( Un joven clásico de la Gran Vía. )



Durante los años 40 nacieron muchos edificios en la capital de España, pero entre todos ellos tendría que destacar el inmueble construido por la Compañía Inmobiliaria Metropolitana bajo un proyecto de los arquitectos Julián y Joaquín Otamendi Machibarrena, reconocimiento que le valió para ser el mayor y mejor edificio construido en esa década. El inmueble que se construiría en el tercer tramo de la Gran Vía y se levantaría en 10 alturas, ocupaba gran parte de una manzana entre la Avenida de José Antonio y las calles de San Bernardo e Isabel la Católica, albergando  dos hoteles, 200 apartamentos, un teatro, una piscina en su azotea y un entramado de galerías comerciales en sus plantas de subsuelo, razón por la que se le denominaría desde entonces como los “Los Sótanos”. Ocupaba la totalidad de la fachada a la Avenida de José Antonio con una longitud de 130 metros lineales, en el centro de la cual se instalaría la entrada a la sala de espectáculos. 



Primer proyecto de la fachada principal a la Avenida de José Antonio.


Pero antes de dar más datos remontémonos un poco más atrás para conocer la ubicación del edificio. Hasta donde llegan los datos, en este lugar se alzó el antiguo Convento de Dominicos de Nuestra Señora del Rosario, construido en 1643. Tras la desamortización de Mendizábal en 1863, el convento se transformó en cuartel y parroquia de alabarderos, hasta que posteriormente fue derribado. En 1867 el solar fue ocupado en parte por el Teatro del Recreo, mientras en otra parte mucho más amplia inaugurarían  los Jesuitas el 18 de enero de 1896, su Casa Profesa.
El teatro “El Recreo” al parecer se construyó en un antiguo patio de manzana, bajo un proyecto del arquitecto Manuel Villar,  los pilares de sustento eran de hierro y el entramado de madera pero a pesar de su pequeño tamaño, el edificio había sido planteado como un verdadero coliseo, contando con platea, patio de butacas y localidades de entresuelo. Muy posiblemente desapareció expropiado al realizarse las obras de derribo para el tercer tramo de la Gran Vía.



Plano de emplazamiento y planta del antiguo teatro El Recreo.




Planta y alzados del pequeño pero muy bien planteado salón El Recreo.


Por otro lado la casa profesa de la Compañía de Jesús y la Iglesia de San Francisco de Borja, planteaban un grave problema al no encajar en la ampliación de la Gran Vía, por ello, se pedía la demolición del edificio. Se estudiaron varios proyectos pero finalmente se paralizó ya que el edificio fue reducido a cenizas durante la república en los enfrentamientos del día 1 de Mayo de 1931.


Una imagen del tercer tramo de la Gran Vía antes del incendio. En el margen izquierdo de la calle se ve claramente la iglesia.



Dos imágenes del incendio que destruyó por completo el convento.


Desde su destrucción hasta finalizada la Guerra Civil, el solar quedó vacio y fue entonces cuando la Compañía Inmobiliaria Madrileña lo compró para construir el complejo de hoteles, viviendas y sala de espectáculos.
Su construcción comenzó en 1945 y no fue hasta 1949 cuando se dio por terminado. Se realizó con estructura de hormigón armado y fachadas con paños de ladrillo y granito resaltando abultados en jambas y dinteles de algunos de sus huecos con piedra artificial. En los extremos del gigantesco edificio se establecieron los dos hoteles: en la confluencia con la calle San Bernardo se ubicó el más grande, el hotel Emperador con algo más de 200 habitaciones con todo lujo de detalles, abultados en techos realizados con las más elegantes  molduras de escayola, lámparas de araña y un detalle muy atrayente, una piscina en su cubierta.




El edificio en los años 50, en primer término el hotel Emperador.




Primer diseño para el alzado a la calle de San Bernardo, la totalidad de esta cara estaba ocupada por el Hotel Emperador.


En el otro extremo esquina con la calle de Isabel la Católica, se emplazaba el otro hotel, el Lope de Vega, más sencillo y con 50 habitaciones. El resto del inmueble lo ocupaban oficinas, 200 apartamentos y viviendas particulares.
Sus sótanos como hemos mencionado anteriormente que en un principio estaban destinados a un gran aparcamiento subterráneo, se terminaron convirtiendo en una gran galería comercial, donde se instalaron decenas de negocios. En el centro de la gran fachada principal a la Gran Vía, se realizó la entrada a la sala de espectáculos que tomó el nombre de Lope de Vega.




Fachada principal de la sala de espectáculos en su primera época.

El porche de entrada de estilo neoclásico estaba precedido de una escalinata que nos conducía hasta un espacio muy amplio y alto, decorado con sobriedad como su interior, con altas columnas dóricas y frisos de piedra artificial imitando granitos. Protegiendo de las inclemencias metereológicas nacía de su techo una gigantesca marquesina decorada con ricos abultados en escayola y rematada por una banda metálica rodeada de tubos de neón, reclamo de los transeúntes; sobre esta, unas grandes letras luminosas con el nombre del local, Lope de Vega. En el lateral derecho del porche se encontraban las taquillas y en el centro la entrada, con tres puertas dobles a las que seguían otras tres, dejando un espacio de acondicionamiento climático. Flanqueando la entrada  dos gigantescas hornacinas con jarrones de piedra artificial y bronces.[...] 

El resto de la información la podrán encontrar en la página 133 de mi libro "Cines de Madrid"

5 de septiembre de 2010

EL TEATRO-CINE FÍGARO. (Estático e inmortal)

En la céntrica calle del Doctor Cortezo nº5, frente al Ideal Cinema y el Frontón Madrid, un poco más abajo del Teatro Odeón ( hoy Calderón) y en un solar donde hasta el momento se habían instalados unas barracas de feria llamadas las Grutas del Miedo y el frontón Moderno, se levantó bajo un proyecto del arquitecto Felipe López Delgado y el constructor Manuel López Sierra, un singular edificio destinado en principio a cinematógrafo y al que se le pretendía llamar “Cine Moderno” como su antecesor.
Cuando el proyecto ya estaba muy avanzado, su propietario el Sr. Ildefonso Anabitarte decidió que se transformara para darle más amplitud a su escenario, convirtiéndolo de esta forma en un espacio polivalente, cine-teatro. Al parecer, el cambio no fue tomado del todo bien por el arquitecto, ya que tras ocho meses de construcción el edificio estaba muy definido y la estructura ya estaba consolidada; gran parte de los muros de fábrica ya se habían levantado, a pesar de ello el proyecto se varió.
El edificio se construyó en un solar de forma rectangular irregular contando su lado más largo con 12,60 metros correspondientes a la calle del Doctor Cortezo, levantándose en tres alturas, más sótano donde se instalarían la caldera y sistemas de ventilación.  
Para su fachada el arquitecto eligió el racionalismo y con una sencillez brillante creó una mágnifica portada que estaba compuesta principalmente por un alto zócalo de granito natural negro “Atltas”. Sobre las puertas de entrada al local, se construyó una esbelta, sencilla y curvada marquesina que mediante un sistema de iluminación se enlazaba con la parte alta del edificio. 
En la parte superior se definieron dos paños lisos pintados originalmente en beige y un tercero de ladrillo rugoso que se extendía sobre parte de la marquesina. En lo más alto de su fachada se colocaron unas gigantescas letras con el nombre del local que finalmente se bautizó como Fígaro, seudónimo que utilizaba Mariano José de Larra y que fue otorgado por los hermanos Álvarez Quintero.


Fachada del cine-teatro Fígaro.

Se tenía acceso al inmueble por tres huecos, uno de entrada de espectadores, otro de salida y desalojo de la sala y un tercero de acceso directo a una escalera de servicio a camerinos y escenario.

Magnífica imagen de la fachada original del teatro Fígaro.

En el primero de los huecos que estaba destinado a entrada de espectadores,  se encontraban las taquillas; al fondo la puerta de entrada al local. Todo este vestíbulo se iluminaba de forma indirecta y junto a la marquesina y las altas letras era el verdadero reclamo del Cinematógrafo. Al acceder por esta puerta de entrada comunicábamos directamente con uno de los vestíbulos que se encontraba tras el patio de butacas y desde donde arrancaba un tiro de escaleras al piso superior, en el que además se encontraban tres puertas de acceso a la sala, de las que  partían los tres pasillos, dos laterales y uno central que separaban los grupos de localidades.[...] 

El resto de la información la podrán encontrar en la página 235 de mi libro "Cines de Madrid"