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19 de febrero de 2012

EL FRONTON CENTRAL Y LOS CINES MADRID. (Dedicado a Jordi Folch Ras y a Enrique Espinosa)


Cuando en el año 1899 ya existían varios frontones en Madrid como el Jai Alai, el Fiesta Alegre, el Euskal-Jai, o Beti Jai, surge por parte de Juan Pruneda, uno de los aficionados más antiguos y entusiastas la idea de construir un nuevo edificio destinado al juego de la pelota Vasca. Para ello se hace con un solar muy céntrico, junto a la puerta del Sol que hasta el momento había estado ocupado por parte del Convento del Carmen Calzado, y que desde los últimos años venía funcionando como las oficinas de la Dirección de la Deuda Pública. Cuando este fue demolido quedó un solar de unos 2000 metros cuadrados y de intrincada forma con fachadas las calles de Tetuan, Abada y Salud.


El espacio marcado con el círculo ocupaba hasta el momento el Convento del Carmen Descalzo.

El nuevo recinto contaría con una reglamentaria cancha de 62 metros por 10 de ancho a la que había que sumarle la contracancha de la misma longitud por 5 metros de ancho. Junto a la contracancha se elevaba el primer graderío con cuatro filas de sillas movibles que ascendían hasta la altura del piso de entresuelo donde se habían instalado los 28 primeros palcos. Sobre estos ya en piso principal, se habilitó una fila de sillas de preferencia y tres hileras de asientos de grada, y más arriba de esta, una grada de paso sin asientos. Su fachada principal daba a la calle de Tetuán, y desde ella se accedía hasta un vestíbulo de seis metros de altura con varios huecos, dos de ellos de ingreso directo a la cancha, y uno más a su derecha de acceso a un gran vestíbulo más estrecho que corría bajo los palcos y de forma paralela a la cancha, dando parte de su fachada a la calle de la Abada. Junto a este último hueco había una escalera que subía hasta los pisos de entresuelo y principal, donde además de los correspondientes accesos a las localidades se había instalado un gran salón y en la planta más alta otro más pequeño y las habitaciones del intendente. La parte izquierda de la fachada estaba ocupada por un gran café al que se podía acceder directamente desde el vestíbulo o desde la calle. A la fachada a la calle de la Abada que con posterioridad configuraría la plaza del Carmen, se le cedió entrada desde su parte más cercana a la esquina con la calle de la Salud, teniendo esta acceso al vestíbulo lateral antes citado y que contaba con una amplia escalera doble que ascendía hasta las plantas superiores. Todas con aseos para caballeros y señoras este último con tocador. La enfermería y los cuartos de los pelotaris se hallaban en la planta baja, y la contaduría taquillas y resto de servicios en la principal.
El diseño de este moderno edificio de aires decimonónicos fue llevado a cabo por el eminente arquitecto Daniel Zavala Álvarez que ya había realizado grandes obras en la capital. El nuevo inmueble contaba con una profunda cimentación que en algunos puntos llegaba hasta diez metros de profundidad realizada con ladrillo y cemento de San Sebastián, la pared del frontis, es decir la que bada a la calle de la Salud se realizó con piedra Berroqueña y el solado de la cancha con piedra de Igualada. Los forjados se realizaron en hierro, y mientras uno de sus lados reposaba sobre la fachada de ladrillo y cemento Portalt a la plaza del Carmen el otro lado se sustentaba por esbeltas columnas de hierro laminado curvo. Barandillas y pasamanos metálicos embellecian la obra con sus ligeras y voluptuosas siluetas. Los palcos estaban profusamente decorados con papeles pintados y pinturas al óleo, sobre estos se habían colocado tableros para comodidad de los asistentes, pudiendo dejar sobre ellos refrescos o cualquier otro objeto.
Sobre la cancha se realizó un gran entramado de hierro dejando en su centro un enorme lucernario de cristal que cubría de lado a lado la cancha. En el interior y para evitar roturas se colocó una gran red metálica en toda su extensión. Otras partes del edificio fueron forradas en colchoneta para evitar los golpes de las rápidas jugadas de los pelotaris. Se tardó en construir algo más de un año y se gastó cerca de un millón de pesetas para erigir esta nueva catedral del deporte tan en auge en aquella época.


Una de las escasas imágenes del original Frontón Central a finales del siglo XIX.

Su arrendatario fue don Luciano Berriatua, y con el arranca la historia de este maravilloso local que tantos altibajos sufrió. Funcionó con regularidad, aunque en esos momentos tan convulsos en la historia de nuestro país se le recuerde más por su etapa como salón de conferencias y mítines que como frontón de juego. A partir de 1904 se comienza a proyectar películas tras los partidos, adaptando rápidamente la cancha en patio de butacas. En 1906 se convirtió en el Central Kursaal un salón de exquisito gusto donde se representarían varietes cada noche, no por ello dejando de funcionar como frontón, transformándolo cada noche para adaptarlo a este nuevo uso. En el diario oficial de Avisos de Madrid del 2 de enero de 1906 se decía lo siguiente:

Acabado el partido a las siete y media de la tarde una numerosa brigada de carpinteros convierten el frontón central en un hermosa sala de espectáculos muy semejante al Casino de Paris, con un gran escenario, patio de palcos y butacas y un gran parquet con servicio de café. Los muros y localidades del frontón quedan totalmente ocultos por enormes tapices cerrando el espacioso salón iluminado por focos eléctricos.

Durante este periodo que funcionó como improvisado salón de espectáculos se programaron 222 funciones de cine, compaginadas con otros espectáculos. El cinematógrafo iba ocupando su lugar.
A principios de 1920 se realiza su primera reforma importante para trasformarlo en Circo Americano, pero el proyecto no consigue la finalidad deseada por lo que dos años más tarde se trasforma definitivamente en cinematógrafo. Aquí es donde comienza verdaderamente nuestra historia. Esta reforma que es llevada a cargo de Carlos Arniches Moltó aunque otros indicios apuntan a Manuel Lopez Mora Villegas, consistió básicamente en la transformación del antiguo espacio de cancha en patio de butacas, partiéndolo en dos salas diferentes, pero unidas entre si por medio de varios arcos que se cubrían con ricas telas para separar las dos salas. Podríamos decir que este fue el primer multicine de la historia española, dotando a un solo local con dos salas en las que se proyectarían dos películas diferentes. Además de la construcción de este semi-muro medianero se realizó un falso techo de escayola bajo la armadura metálica del tejado, decorándolo con pinturas de llamativos colores y pendiendo de él caras lámparas de cristal. Se dotó al local de dos cabinas individuales de proyección y de todos los servicios necesarios para este tipo de espectáculos.[...] 

El resto de la información la podrán encontrar en la página 70 de mi libro "Cines de Barrio"